Actualmente se está investigando y se están empleando técnicas clínicas de musicoterapia neurológica para aplicarlas en el tratamiento de grupos de personas que conviven con enfermedades degenerativas: Parkinson, Huntington, Alzheimer, autismo, traumatismo cerebral, apoplejía, etc.
En las personas con Parkinson, el trabajo con patrones rítmicos regulares y constantes permite mejorar las funciones motoras, ya que el ritmo actúa como un estabilizador externo que hace que el cerebro pueda controlar el movimiento.
En las personas mayores con demencia, por ejemplo, la musicoterapia permite mejorar la calidad de vida de las personas que la padecen:
En las fases leves y moderadas de la demencia, la música puede contribuir a preservar las capacidades cognitivas y funcionales (lenguaje, atención, memoria), retrasando la dependencia. En las fases moderadas y avanzadas, la música permite a la persona desviar el foco de atención de los estímulos que no es capaz de interpretar hacia un estímulo que tiene sentido y, por tanto, que ejerce un efecto calmante de la ansiedad. De este modo, la música ayuda a reducir algunos síntomas conductuales de la demencia, tales como la agresividad física y verbal o el deseo de deambular.
En un estadio avanzado de la demencia, si bien la persona ha perdido la capacidad de procesar el lenguaje, aunque mantiene la capacidad de procesar la música, y así la música se convierte en una vía importantísima para conectarse con su propia identidad y para comunicarse con el entorno, con sus cuidadores, activando la memoria biográfica y las emociones asociadas a aquella música y facilitando la colaboración en las actividades básicas como la alimentación o la higiene.